La influencia de la Tercera Orden Franciscana es considerablemente grande y está vinculada a muchas actividades e instituciones.
Los franciscanos llegaron poco después de la expedición fundadora de Jerónimo Luis de Cabrera. Fray Juan Pascual de Rivadeneira fue el iniciador del convento de San Francisco y también dio lecciones de primeras letras a los hijos de los conquistadores. Durante muchos años los franciscanos tuvieron a su cargo la conducción de la Universidad de Córdoba.
Durante la década del ochenta del Siglo XIX, debido al laicismo reinante en la enseñanza, hizo que por reacción, surgieran establecimientos educacionales católicos donde se daría formación religiosa.
Es en este marco histórico que nace el Colegio “De la Inmaculada”.
La Venerable Orden Tercera de San Francisco no podía estar ausente en la inquietud que preocupaba a los católicos de aquella época, y por iniciativa del Reverendo Padre Rector Fray Zenón Bustos, futuro Obispo de Córdoba, el 1º de Mayo de 1887, presentó un proyecto de su autoría, para la fundación de una escuela que fuera costeada y mantenida por la Orden Tercera.
El paso siguiente fue dado el 8 de Mayo de ese año 1887, cuando la comisión dio cuenta del estudio y se planteó que clase de escuela sería, y nuevamente se dejó oír la voz del Presbítero Ríos, quien expresó: “que debía ser ‘una escuela primaria’ y que atendiendo a la escasez de recursos debíamos contentarnos con fundar una escuela de esta clase, mucho más si se considera que el bien que ella reportará es incalculable, recaerá principalmente sobre los niños pobres y persistirá indefinidamente, puesto que siempre será indispensable la instrucción primaria”.
Al poco tiempo de iniciadas las obras de construcción, el 27 de mayo de1888, se vió la necesidad de destinar las dos partes del edificio para escuela, con una capacidad de trescientos alumnos. En el proyecto original una de esas partes, la planta baja, era destinada a locales de alquiler que servirían para costear gastos de la escuela. El Colegio tendría una subvención del Consejo de Educación.
Se estableció que sería una escuela graduada bajo la dirección de un director normal, que fue Antonio Cuestas, y lo sucedió en el cargo, ya en 1891, el señor Flaviano de la Colina.
El 16 de Diciembre de 1888, la Junta dispuso que fuesen elaborados reglamento y programa para la escuela, y al mismo tiempo el Padre Rector Fray Zenón Bustos, propuso el nombre para la misma: “Escuela de la Inmaculada Concepción”, que fue aprobado por unanimidad.
En el mes de Marzo de 1889, abría sus puertas este nuevo establecimiento educacional.
El 9 de diciembre de 1891, el R.P. Rector Fray Zenón Bustos, expuso: “que se hacía necesaria la nueva organización de la Escuela que sostiene nuestra Tercera Orden, pues había algunos padres que se rehusaban poner sus hijos en ella…”. La causa era por la asistencia tan heterogénea existente en la misma. Los padres de los niños deseaban un nivel más acorde con la educación que en sus familias recibían. El hermano Ministro, asimismo preocupado como el Padre Rector por la presente situación, expresó: “que la marcha de la Escuela se hacía muy difícil en la forma que lo había hecho hasta hoy, pues el “minimun” de gastos para sus sostenimiento había sido de trescientos pesos mensuales, siendo tan sólo de cincuenta pesos más o menos lo que ha tenido de entrada mensual de los niños que pagaban. Que de este modo era imposible la marcha regular del establecimiento, pues en un día no lejano tendría que cerrar sus puertas por falta de recursos!”.
Sobre este delicado asunto, muchos hermanos opinaron que debía ser formulada una reglamentación para la nueva marcha de la Escuela, pudiendo quedar acordada la parte fundamental del asunto; esto es, “si la Escuela sigue en la misma forma que antes o en adelante todo niño que ingrese a ella pagará una mensualidad”. Fue acordada por unanimidad la última proposición y en veinticuatro horas se compuso la reglamentación de las últimas disposiciones.
El 3 de septiembre de 1894, sucede a Fray Zenón Bustos, en el Rectorado de la Orden Tercera, el R.P. Fray Antonio María Martínez, de inolvidable memoria.
En 1913, se reunieron los caballeros de la Venerable Orden Tercera, entre ellos Fray Antonio M. Martinez y decidieron llevar adelante un establecimiento de enseñanza, “en donde a la par que se inculcara al niño la virtud cristiana, se le impartiera la enseñanza en un ambiente de hogar y de trato correcto”.
Inicialmente, el personal docente se compuso de profesoras, por cuanto no se encontraron docentes varones. Con respecto a los recursos se previó una subvención estatal y una mensualidad que abonarían los alumnos. La sede fue el edificio de la Tercera Orden adyacente a la Iglesia y el Convento de San Francisco . Inspirado en el ejemplo de San Francisco de Asís, el R.P. Antonio M. Martínez (oriundo de Córdoba) fue el nervio motor durante 28 años. En el primer año hubo 37 escolares inscriptos en tres grados, iniciando una curva ascendente en la matrícula. En 1928, surgió la cátedra de ejercicios físicos y se dictó un curso especial de francés. Por entonces la capacidad física se encontraba colmada con 250 alumnos.
La necesidad de expansión edilicia llevó a concretar proyectos de envergadura, que contemplarán la falta de terreno disponible. En 1924, se construyó una gran terraza cubierta utilizada para recreo, ejercicios físicos y salón para el desayuno de los alumnos. El 15 de agosto de cada año tomaban su primera comunión los alumnos. Un gran acontecimiento anual era asimismo la fiesta de fin de curso en el teatro Rivera Indarte.
Deseoso el R.P. Martínez de asegurar la continuidad de su obra, convocó a los Hermanos de la Sagrada Familia para regentear el colegio en mérito a su prestigio pedagógico y en 1942 asumió el hermano Victicio.
El establecimiento, a cargo de los hermanos, al tiempo aplicó sus primeros métodos educativos y las normas pedagógicas vigentes para la enseñanza oficial, continuó la tradición franciscana, conservando su vinculación con la Tercera Orden Franciscana.
Otro rol pionero habían desempeñado los franciscanos, en 1918 el biógrafo Córdoba ofrecía exhibiciones cinematográficas gratuitas para niños y jóvenes, “con el propósito de provocar una distracción sana y moral que eleve a una dignidad positiva de factor que suscite sentimientos nobles”.
La obra fue continuada por los Hermanos de la Sagrada Familia, que equiparon el cine con todos los adelantos técnicos. Fue la época del cine Premier, de singular popularidad décadas atrás.
En 1955 siendo director el hermano Juvenal, se cristalizó el anhelo de brindar enseñanza secundaria. Tres años después los Hermanos dejaron la conducción y volcaron sus esfuerzos en el Colegio y Liceo Gabriel Taborín.
Bajo la dirección del RP Luis Antonio Romero, el Colegio de la Inmaculada inició una etapa singularmente difícil, pues del establecimiento sólo quedaba el edificio. La lucha fue tenaz y las dificultades se superaron en virtud al tesón de Luis Alfredo Dulce Villada y la vicedirectora Serafina Alberich de Geznaizir.
De la recuperación son índices elocuentes que en 1962 se implantó la docencia secundaria con adscripción al ciclo básico del Ministerio de Educación de la Nación, con la sección de comercio y contabilidad para otorgar al finalizar el cuarto año el título de tenedor de libros y al concluir el quinto el de perito mercantil. En 1964 se incorporó el gabinete de físico-química y luego otras realizaciones como la sala de dactilografía y la biblioteca. Con el trascurso del tiempo se han incorporado también dos salas de cómputos, campo de deporte, gimnasio cubierto para el nivel inicial y primario y se ha restaurado las instalaciones del salón de actos.
Actualmente el colegio consta en su nivel inicial con 2 salas de 4 años y 4 salas de 5 años, en el nivel primario con 19 secciones de grado y el nivel medio con 12 divisiones.
En ciento diecisiete años el establecimiento educativo ha visto pasar por sus aulas generaciones de jóvenes bajo la experta dirección de maestros y profesores de vocación. Recibieron educación integral con un concepto de vida cristiana y de deseos de armonía entre los hombres. es el saludo franciscano; dos palabras sencillas y fáciles de entender. El contenido es simple pero muy profundo. En la vida no puede existir el Bien sin la Paz, dos valores que siempre van unidos y no se dan el uno sin el otro. Estas palabras fueron el lema, la bandera de lucha de uno de los hombres más grandes de la Edad Media: San Francisco de Asís, y son hoy el saludo cotidiano de docentes y alumnos del colegio. Saludamos a todas las familias con gran afecto. Paz y Bien.